Hija de las letras.

Arráncame los recuerdos por favor de nuestra luna rota de miel que apresa a este vacío corazón.
Sé que pronto caerá la noche y mi llanto cesara corroído por el vestigio tuyo en algún sueño que dócil por mi parte conservare como si de un acontecimiento juntos hubiese tratado tal leyenda y lo perdurare en la historia gritándote, como gritan los locos de amor a cupido rabiosos por no leer la letra pequeña de aquel contrato estándar al darse cuenta de que jamas estar juntos para siempre fuera la cruda realidad.
Llévame contigo, pegada a tu espalda siendo ya tinta vieja la única marca ya que añora mi piel. Léeme todos los poemas de Neruda que te regale y cántame esa canción desesperada rogando que vuelva a hacerte un lío en la vida y que ordene todo a mi manera por que te has acostumbrado a mi forma de ser.
Se te daba bien dibujarme, ya no se si me pertenece a mí el exquisito poder de ser musa de tal Galileo que pintaba en sus mapas cada río, océano, lagunas mentales o precipicios encontrados entre la morfología de mi cuerpo.
Ponte de rodillas y proclamame esposa de tus celos.
Si ellos también me terminan amando ojala se den cuenta que no puedo ver otras piedras si la luz del tórrido sol solo refleja tu pelo y cegada te confundo con un diamante, yendo por donde había venido regalando todas las joyas baratas que otros hombres habían jurado estar hechas de amatistas, jades o rubíes.
Pero prefería tu erosión natural y, me involucré demasiado en el suicidio de no volverte a ver por si algún día que ya fuese aún todavía más tuya te ibas a comprar el pan dejándome a mesa puesta.
Seguramente me bebería el vino y correría tras de ti a pedirte las explicaciones necesarias y darte las razones para que me dejes echarte el polvo que solo inconscientemente sabía que era de despedida.

La cabra tira a el monte, y yo tengo una cornamenta ya como para equivocar mis decisiones otra vez, espantada, corro en círculos sin saber si es mejor estar contigo o sin ti

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