Diciembre y su calor

La noche altera sus ritmos y canta las veinticuatro horas del día en una sucesiva de conciertos privados atrapando mi espíritu y dejándolo más que emocionado a merced de las estrellas esperando haber si pasa algo que, sinceramente no pasa. El suelo se empieza a quejar de el peso que tiene que soportar por mi parte, pues mi espalda luce llena de arañazos y no, nunca me han gustado las mochilas.
Soy cliente habitual de la licorería que hay del trabajo a tu casa a ver si te pasas por allí a desahogar alguna pena esperando por si recaes a mi banda de corazones abandonados y necesitas un poco de calor, te pagaría todas las botellas existentes si logran consolarte llevándote de vuelta a casa, perdón, a mi casa, utilizando viejas escusas procurando, discretamente traerte de nuevo aquellos viejos recuerdos que empapelan las paredes con fotos nuestras y que aún no he tenido cojones de quitar.
Perdoname si te llamo amor pero fue la primera palabra que dije al verte, sabes que tengo muchas manías y soy un poco malcriada así que no procures que te cambie el nombre.
Mi apellido es decepción y es que sabes que solo creía en ti perdida entre tanta mala gente, el medico me ha dicho que es una enfermedad muy grave asestando el golpe fatal una vez tras otra cuando te veo pasar sumido en la rutina de la que yo era tu mejor escape, cambiándome imagino por banales polvos vacíos y llenos de rabia en tu mejor opción, respetándome seguro por que solo yo era la única que dormía allí después de quererte y sé que solo tolerabas a mi piel para abrazarte. En cierto modo, estoy tranquila.
Sé que no me echas mucho de menos.
Solo te has ido un par de veces de la discoteca nada más has visto el modelito que llevaba sin volver a saber nadie más de ti.
También te has cambiado de gimnasio por lo que entiendo que no tienes muchas ganas de verme.
Me llamo anoche tu madre porque no parabas de repetir mi nombre en sueños, dije que seguro que habías tenido una horrible pesadilla por mi parte y me disculpe un número ínfimo de veces hasta que me pregunto que si te seguía queriendo.
Fui muy estúpida y la dije que si en un acto reflejo, por eso te lo cuento yo antes de que te no aguante más con esa novedad y confunda mis palabras.
Lo dije (y lo hice) sin querer, no te quepa duda.
Mi subconsciente me ha traicionado jodiéndome, pero que mucho, que te tengas que enterar de esta manera. Después de todo reconozco la mediocridad de mi silencio, pero acuérdate que siempre me ponía nerviosa al verte impidiendo del todo la compresión de mi habla. No le pidas peras al olmo si da manzanas. Tampoco sé hacer otra cosa; recuerdo que poco a poco curse infantil en tus caderas y quien dice que no me gustaría llegar al doctorado contigo entre las mías eso sí, depende de como te portes el día de mi graduación veré si me subo las bragas y me voy o si repetimos el banquete.
Creo que lo que más te gustaba de mi era que no dependía de ti y eso a un don juan le rompe los esquemas. Pero precisamente es por lo que eres la incógnita de por que era peor yo, en conclusión barajo las cartas del tarot y me sale que la cagamos un poco lamiéndonos las heridas que escondíamos hasta que no pudimos más.
Quizá todo esto sea el motivo de no tener valor para preguntarte que tal estas, invitarte a una cerveza hacerla vino irreconociendo que mi mejor trabajo era escucharte hablar, o simplemente he asumido que más por más, hablando de nosotros. Siempre da menos, pero la realidad no dista de ninguna de las dos y aquí, sobre pasada de muchas drogas, me debato sobre tus ojos, la vida y la muerte

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